Carlos Andrés: La semilla que siembra semilla

 

La primera vez que tuve la oportunidad de ver a Carlos Andrés fue en “La Mochila Semillera”, un encuentro departamental de semillas y saberes que tuvo lugar en Cogua y en Zipaquirá en Julio de este año. Carlos Andrés era uno de los invitados especiales al evento, así que en las horas de la tarde de un sábado frío y lluvioso, se sentó en el círculo de la palabra que habíamos organizado y comenzó a contarnos sobre su experiencia con semillas criollas y nativas en el municipio de La Calera, también en Cundinamarca. Carlos Andrés era sin duda el más joven del encuentro, pero hablaba con una seguridad y propiedad tales que era difícil calcular su edad. En su charla, nos mostró las variedades de cubios y papas que ha logrado rescatar hasta ahora. Su exposición fue tan impactante, que con el equipo de la Red decidimos hacerle una entrevista. Él, muy amablemente, nos recibió en la casa de su abuela Cecilia, y junto con su tío Wilson, nos mostró no solamente su huerta, sino algunas de las semillas y alimentos que ha logrado conservar en los últimos años.

Tanto Carlos como Wilson son oriundos de La Calera. Su familia ha vivido en la región desde hace más de 60 años. Carlos tiene 14 años y vive con sus padres en una vereda aledaña al casco urbano. Wilson vive allí mismo y aparte de sus labores de cuidado de la huerta de la casa de su suegra, realiza otras actividades para su sostenimiento. A los dos los ha unido el amor por el campo, aunque Wilson admite haber sido inspirado por su sobrino para emprender el camino de conservación de semillas nativas y criollas.

La casa de doña Cecilia es amplia y luminosa, y ella es una anciana que aún conserva un brillo entusiasta en sus ojos que se transmite de inmediato al hacer contacto visual con ella. Doña Cecilia comenzó con el huerto hace muchos años, siguiendo las tradiciones campesinas que enseñan a tener siempre el pan coger dentro del hogar. No obstante, en los últimos años, han sido Carlos y Wilson quienes han hecho de este espacio un terreno ejemplar para pensar en la construcción de soberanía alimentaria desde lo urbano y en la preservación de semillas ancestrales que contribuyen con el mantenimiento de la biodiversidad de nuestro país.

Sin embargo, a pesar de que Carlos Andrés creció en contacto con el mundo campesino, nos cuenta que su interés específico por las semillas surgió del contacto que tuvo con Guillermo Mora, amigo de la familia y colaborador de la Red de Semillas en Cajicá. Guillermo, nos cuenta, lo invitó una vez a su casa y allí, bien guardadas en un cofre, encontró Carlos Andrés un tesoro de semillas de maíces y frijoles muy coloridos. Carlos Andrés, quien en ese momento sabía poco acerca de la diferencia entre una semilla transgénica y una semilla criolla o nativa, se inquietó al ver tal arcoiris de colores. Le preguntó a Guillermo si esas eran semillas transgénicas, pues las únicas variedades de maíz y frijol que Carlos conocía eran amarillas, para el caso del maíz, o rojas, para el caso del frijol. Para su sorpresa, Guillermo le explicó que se trataba de semillas ancestrales que hacían parte de un proyecto específico de recuperación. Ya con el interés sembrado, al retornar a la calera Carlos Andrés emprendió un camino de búsqueda de semillas ancestrales de papa (conocidas en la región bajo los nombres de cornetas, pepinas, enroscadas, cacho de buey) y de tubérculos andinos. Así, hablando con vecinos y conocidos, y atreviéndose a golpear las puertas de otrxs a quienes nunca antes había visto, Carlos Andrés logró recolectar una cantidad de semillas suficiente como para iniciar su propio proyecto de conservación y circulación de semillas. Al poco tiempo, junto con Guillermo, creó la figura del Custodio del Gauvio y Sabana Norte, la cual busca formar y acoger guardianxs de semillas en esos municipios.

Al preguntarle a Carlos Andrés quiénes han sido las personas o colectivos que más han influenciado su interés y trabajo por las semillas, dijo que siente que sin Guillermo, su tío Wilson, sus abuelxs, y lxs agricultorxs de La Calera, no hubiera podido aprender tan rápidamente tantos saberes acerca de las semillas, formas de conservarlas, reproducirlas, ponerlas en circulación, y vincularlas con formas de agricultura agro-ecológica. Añade también que en el último tiempo su vinculación a la red ha sido esencial, pues allí ha encontrado un nicho en el cual ha conocido e intercambiado aprendizajes y semillas con custodixs a lo largo y ancho del país. Afirma que, por ejemplo, “la última variedad de papa ancestral que tengo me la regaló don Julio, del Cauca, en un encuentro de la Red al que fui”.

Actualmente Carlos Andrés tiene alrededor de 45 variedades de papa en la huerta de la casa de sus papas, la cual llama “el banco madre”. También tiene 10 variedades de cubios, 6 de ibias, y unas 5 variedades de maíz. No obstante, aparte de las semillas ancestrales que cuida, conserva y circula, en la huerta también tiene uchuvas, cebollas, habas, y otros cultivos que asocia para enriquecer los suelos y evitar el uso de plaguicidas.

Del trabajo con la Red, Carlos Andrés resalta los intercambios de conocimientos que se dan en los encuentros a los que ha podido asistir. Resalta que tales intercambios son posibles, en primera instancia, gracias a la construcción de relaciones humanas, de amistades profundas, que se tejen en estos eventos. El establecimiento de dichas relaciones facilita luego el flujo de saberes, pues las personas se abren al otro y comparten lo que saben sin prevenciones. Gracias a los encuentros, Carlos Andrés ha fortalecido su trabajo como custodio de semillas y ha aumentado su entusiasmo, sus ganas de seguir construyendo un futuro para su municipio y el país en el que todxs tengan acceso a comida libre de agro-químicos, cultivada con semillas propias.

Sin duda, Carlos Andrés, a sus 14 años, es una de las semillas más valiosas de la Red. Una semilla que ya está germinando, y que esperamos que continué contagiando de su interés, perseverancia y energía a otrxs jóvenes.