Seminario Semillas en América Latina, ¿Bien común o propiedad corporativa?

Seminario Semillas en América Latina,

¿Bien común o propiedad corporativa?

25 y 26 de mayo de 2017

            Las  y los participantes del Seminario Semillas en América Latina, ¿Bien común o propiedad corporativa? realizado los días 25 y 26 de mayo de 2017 en México DF, provenientes de México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Brasil, Paraguay, Chile, Uruguay y Argentina en el que participamos organizaciones, redes, comunidades y movimientos sociales; pudimos durante estas jornadas compartir las experiencias que a lo largo y ancho de América Latina llevamos adelante los pueblos cuidando, sembrando, multiplicando y compartiendo las semillas y hemos corroborado como ellas forman parte indisoluble de nuestra culturas y nuestros sistemas de vida.

Al mismo tiempo, hemos podido constatar que las amenazas a nuestra agricultura y nuestras semillas se han multiplicado adquiriendo formas cada vez más perversas y sofisticadas que van desde el desarrollo de nuevas tecnologías al servicio del capital hasta la imposición de los instrumentos de libre comercio, de inversión de comercio bilaterales o multilaterales.

Por esta razón los participantes de este Seminario reafirmamos los principios y compromisos asumidos en la Declaración de Yvapuruvu, (Altos, Paraguay, 17 y 18 de octubre de 2013) y en la Declaración del Diálogo Sur – Sur sobre Leyes de Semillas, (Durban, África del Sur entre el 27 y el 29 de noviembre 2015) y nos comprometemos a seguir articulando acciones en el cumplimiento de estos acuerdos.

Al mismo tiempo queremos denunciar dos amenazas a nuestros pueblos que se repiten con diferentes matices en todo el continente y que atentan de manera brutal contra la continuidad de nuestra existencia como pueblos y la posibilidad de seguir compartiendo y multiplicando nuestras semillas:

1- La ocupación de nuestros territorios por megaproyectos, monocultivos industriales, proyectos extractivistas y energéticos es una amenaza que destruye, contamina y expulsa a campesinas y campesinos, pueblos originarios y comunidades locales. Únicamente pudiendo tener control y autonomía sobre nuestras tierras y territorios y sobre el resto de nuestros bienes naturales (agua, biodiversidad) los pueblos podremos seguir defendiendo las semillas y produciendo los alimentos de los que la humanidad depende para su subsistencia, como lo hemos hecho a lo largo de la historia y lo seguimos haciendo en la actualidad.

2- La violencia, persecución, criminalización y asesinato de nuestros dirigentes ha adquirido en los últimos años dimensiones alarmantes que hacen que la misma deba ser frenada de manera inmediata poniendo por encima de cualquier interés económico o corporativo la defensa irrestricta de los Derechos Humanos y colectivos de los pueblos. Frenar la violencia atroz del agronegocio, las corporaciones mineras, las empresas forestales, las corporaciones energéticas y cualquier proyecto corporativo en nuestros territorios es hoy una exigencia de los pueblos que todos los gobiernos, organismos internacionales y regionales deben poner en primer lugar en sus agendas.

Retornamos a nuestras acciones cotidianas fortalecidos y reafirmando nuestro compromiso por seguir trabajando en defensa de las semillas como Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad y como corazón de la Soberanía Alimentaria.

Declaración de Yvapuruvu

Las semillas son obra y parte de la historia de los pueblos. Ellas fueron criadas mediante el trabajo, la creatividad, la experimentación y el cuidado colectivo. A su vez, ellas fueron criando a los pueblos, permitiendo sus formas específicas de alimentación, de cultivar, de compartir y de desarrollar sus visiones de mundo. Están, por lo tanto, íntimamente ligadas a normas comunitarias, responsabilidades, obligaciones y derechos. Las semillas nos imponen responsabilidades que son incluso anteriores a nuestro derecho a utilizarlas.

Las semillas son la base fundamental del sustento. Si hoy podemos nutrirnos de la agricultura en el mundo entero, gozar de los sabores y formas de alimentación, sustentarnos y sustentar a la humanidad, es porque los pueblos las han cuidado, llevado consigo y permitido su circulación. Esa base del sustento y de la existencia está hoy bajo ataque. El objetivo de este ataque es acabar con la agricultura campesina e indígena y especialmente con la producción independiente de alimentos, intentando cerrarle el futuro a la soberanía alimentaria, para convertirnos en una población sin territorio, que sólo puede ser mano de obra barata y dependiente. Es un ataque que se despliega de diversas formas y mediante mecanismos múltiples. Necesitamos enfrentar la agresión de manera integral.

Al centro más visible del ataque a las semillas y todo lo que ellas significan está la propiedad intelectual, cuya forma más común son hoy las llamadas leyes de derechos de obtentor o leyes UPOV, pero que también incluye las leyes de certificación, los registros de variedades y las leyes de comercialización. Son leyes y reglamentos que legalizan el abuso y el despojo.

Específicamente:

  1. Permiten que las empresas se apropien de las semillas campesinas.
  2. Prohíben y convierten en delito el uso, la conservación, el manejo, el intercambio y la reproducción de semillas campesinas.
  3. Permiten la confiscación y la destrucción de nuestras semillas, cultivos y cosechas.
  4. Nos obligan a aceptar el allanamiento de nuestras tierras, bodegas y casas, incluso con intervención militar.
  5. Nos imponen multas y penas de cárcel mediante procedimientos que ni siquiera nos permiten una defensa adecuada, ya que parten del supuesto de que somos culpables.

Son leyes que impiden que las semillas caminen con la gente, congelan su transformación y adaptación a los diversos territorios y las condenan a morir.

La privatización y el despojo se apoyan también en otras normas que hoy nos imponen. Por ejemplo, las normas de inocuidad alimentaria, las normas de certificación de productores y de ecosistemas, las mal llamadas buenas prácticas agrícolas, las nuevas oleadas de la revolución verde, los paquetes de agroquímicos, las normas fitosanitarias, los programas de servicios ambientales, los programas de desarrollo y financiamiento agrícola, la introducción de nuevas tecnologías y especialmente de los transgénicos y la amenaza de la introducción de cultivos Terminator, los encadenamientos productivos, la agricultura bajo contrato, los planes de ordenamiento territorial, la asociatividad con grandes empresarios, etc.

Hay un conjunto de mitos y mentiras que han utilizado las empresas, los gobiernos y organismos internacionales para justificar estas leyes. La primera y más vergonzosa es que con estas leyes tendremos acceso a semillas industriales de mejor calidad. Con ello desconocen las amplias evidencias de que las semillas campesinas son las mejor adaptadas a las condiciones reales de cultivo y garantizan una producción estable, diversa y adecuada. También desconocen que las leyes de privatización, lejos de garantizar calidad, dan poderes a las empresas para que nos aten a semillas tóxicas, no confiables.

En realidad, es una guerra contra el sustento de los pueblos. Quieren que nuestras posibilidades de resistir se debiliten, que abandonemos nuestros oficios, nuestras tierras y nuestros territorios, para dejar el campo libre y apropiarse de los ecosistemas, instalar sumideros de desechos urbanos y tóxicos, apropiarse de todas las fuentes de agua y del sistema agroalimentario además de expandir el extractivismo del agronegocio, los agrocombustibles, la minería, la explotación de los bosques, los monocultivos de árboles, de las represas, del turismo, del campo como refugio exclusivo de las clases poderosas.

Frente a ello, los pueblos del campo tenemos el deber y el derecho colectivo e histórico de recuperar, fortalecer y mantener el cuidado y la protección de las semillas y de nuestras formas de vida y producción. Es una responsabilidad que hemos asumido sin dudar: en todo el continente se multiplican las luchas sociales, y la defensa de las semillas en manos de los pueblos ha estado en el centro de muchas de ellas. Nuestras organizaciones y nuestras semillas están hoy en resistencia contra el despojo que viene de toda forma de propiedad intelectual o cualquier otra forma de privatización. Seguiremos cuidando las semillas, seguiremos intercambiando semillas y saberes, seguiremos sembrando nuestras semillas y enseñando a nuevas generaciones cómo cultivarlas y mantenerlas. Seguiremos construyendo soberanía alimentaria, resistiremos al agronegocio, a la cultura de homogenización, privatización y muerte que busca imponerse. Lucharemos hasta que las leyes de privatización de semillas, en cualquiera de sus formas, desaparezcan y sean sólo un mal recuerdo. Necesitamos que esa resistencia se amplifique y multiplique; trabajaremos distintas formas de concientización y articulación a fin de que se unan a nuestra lucha los más amplios sectores, porque la defensa de las semillas, y de la agricultura campesina e indígena es la defensa de la alimentación y del futuro de la humanidad.

Junto con reafirmar nuestros compromisos, saludamos con alegría y orgullo las diferentes luchas que se despliegan en nuestra región, desde la amplia movilización en defensa del maíz en México contra la invasión de los transgénicos y la criminalización de las semillas, las luchas de Honduras por recuperar la tierra, las luchas en Costa Rica que han logrado que el 77 por ciento de municipios se hayan declarado libres de transgénicos; el Paro Agrario, la derogatoria de UPOV 91 por parte de la Corte Constitucional y la resistencia a los decomisos de semillas en Colombia; la movilización amplia contra las leyes UPOV en Chile y Argentina, y las movilizaciones contra el agronegocio y la soja en Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina incluyendo el bloqueo a la planta de Monsanto en el Barrio Malvinas Argentinas de la ciudad de Córdoba por parte de los vecinos y las Madres de Ituzaingó; la demanda en Uruguay para que las autoridades competentes tomen las medidas necesarias para evitar que el maíz criollo siga siendo contaminado con maíz transgénico. Al mismo tiempo reconocemos los años de campaña y lucha contra UPOV en Costa Rica desde 1999, especialmente durante los años de resistencia contra el TLC con Estados Unidos (2004-2008).

Repudiamos las tentativas del congreso brasileño de autorizar el empleo de las tecnologías genéticas de restricción de uso (GURTs), conocidas como tecnologías Terminator, por presentar riesgos para la biodiversidad y la soberanía alimentaria y por la violación que implica a los derechos de los pueblos indígenas y campesinos. De hacerlo, Brasil estaría violando unilateralmente un acuerdo internacional de Naciones Unidas y abriendo así las puertas para que otros países sean también presionados para liberar esta tecnología.

Impactados y conmovidos por la realidad de Paraguay, donde el agronegocio ha demostrado su capacidad de destrucción y dominación, nos solidarizamos con la lucha y la resistencia del pueblo paraguayo y nos comprometemos a seguir acompañando su camino y a llevar sus voces y su ejemplo a cada rincón de nuestros territorios.

Hoy damos nuestra lucha en un entorno que ha sido despolitizado desde los ámbitos del poder, que ha impuesto el desprecio por lo rural, campesino o indígena, que ha ignorado los saberes y aportes de los pueblos y comunidades rurales, mientras nos presenta el gran capital, la globalización y al agronegocio como únicas alternativas. Por lo mismo, incluso muchas de las soluciones que se proponen nos invisibilizan y destruyen o ignoran el vínculo indisoluble e irreemplazable entre pueblos, comunidades y semillas: la única base real de toda posibilidad efectiva de protegerlas y garantizar su futuro. No podemos permitir que se olvide que el cuidado de las semillas es una de las estrategias más antiguas de la humanidad, sin la cual el futuro queda en entredicho. Las semillas son patrimonio de los pueblos; nos hemos criado mutuamente y no son entes que flotan en el vacío social. Las semillas no son cosas, ni mercancías, ni programas de computación. No pueden circular sin el cuidado y resguardo de pueblos y comunidades, no son un recurso abierto al primero que acceda a ellas. En otras palabras, las semillas no pueden ser libres en abstracto. Su libertad sólo es posible gracias a los pueblos y comunidades que las defienden y mantienen para cuidarlas y gozar de los bienes que nos brindan.

Paraguay, 17 y 18 de octubre de 2013

Granja Educativa Yvapuruvu, Altos, Paraguay

Alianza Biodiversidad, Red por una América Latina Libre de Transgénicos y Campaña Mundial de la Semilla Vía Campesina

 

Declaración del Diálogo Sur – Sur sobre Leyes de Semillas

Durban – África del Sur
29 de noviembre 2015

Nosotros, los participantes en el Diálogo Sur-Sur sobre leyes de semillas, somos miembros de organizaciones campesinas y de la sociedad civil y personas interesadas de África, Asia, América Latina y Europa, que trabajamos en temas de soberanía alimentaria y sobre nuestras semillas, el control campesino de la producción y el intercambio de semillas campesinas y la biodiversidad. Nos reunimos aquí en Durban, Sudáfrica, del 27 al 29 noviembre 2015 para compartir información y conocimiento, y llegar a un entendimiento común sobre las políticas y leyes relacionadas con la “protección” de las obtenciones vegetales, y buscar estrategias de resistencia y alternativas desde el Sur Global.

Nosotros estamos trabajando en nuestros países y regiones para avanzar en la lucha global en curso para construir una sociedad socialmente justa y ecológicamente sustentable, en la que las familias y las comunidades agrícolas tengan el control y el poder en la toma de decisiones sobre la producción y distribución de sus alimentos y semillas.

Las sociedades humanas hemos crecido en simbiosis con nuestras semillas, que utilizamos para producir los alimentos, y que nos sostienen desde hace milenios. Las semillas surgieron de la naturaleza y se han conservado, nutrido y mejorado a través de procesos de selección experimentación, descubrimiento e innovación durante todo este tiempo. Las semillas son un patrimonio colectivo de los pueblos al servicio de la humanidad. Los campesinos y los pueblos indígenas han sido siempre los custodios y guardianes del conocimiento colectivo integrado en la gran diversidad de las semillas, lo que ha permitido el desarrollo de la humanidad como especie.

Pero hoy la codicia capitalista plantea una amenaza fundamental para la reproducción continua de la diversidad genética nutrida durante todo este tiempo. El acaparamiento de tierras y su conversión en propiedad privada fue un paso desastroso. Esto causó y sigue causando la dislocación y el desplazamiento social, dañando el tejido social, la ruptura de la conexión entre las personas y la tierra, y la consolidación la riqueza social, producida colectivamente, en las manos de unos pocos a costa de la mayoría.

Actualmente se está produciendo un asalto renovado y más fuerte sobre las semillas, el patrimonio de la biodiversidad agrícola y los conocimientos asociados a éstas. Los procesos de formulación de leyes y políticas están ya muy avanzados en Europa, Estados Unidos y otras partes del mundo, y se están imponiendo en nuestros países del Sur a través de acuerdos comerciales y de inversión bilaterales y multilaterales. Se basan en sistemas jurídicos que otorgan derechos monopólicos bajo la falsa afirmación de que estas variedades han sido “descubiertas” y mejoradas. Pero estas variedades son el producto de toda una historia de mejoras y mantenimiento colectivos llevada a cabo por los campesinos. Para hacer valer estos derechos exclusivos sobre las semillas, se hacen pequeños modificaciones que justifican la privatización de las semillas.

Se están realizando esfuerzos agresivos para ampliar esta expropiación en todo el Sur global agresivamente por parte de las corporaciones multinacionales de semillas y de las que trabajan en las ciencias de la vida, junto con sus cómplices en los Estados y las instituciones multilaterales. Esto toma la forma de una cruzada política y tecnocrática coordinada para imponer leyes y reglamentos uniformes y draconianos a favor de las patentes y los “derechos de obtención” para los intereses privados; la propagación de organismos transgénicos y el reconocimiento de derechos exclusivos sobre semillas y variedades, que pasan a través de un sistema de mejoramiento y producción fuertemente controlado por las élites económicas.

Esto no genera ningún beneficio para las comunidades campesinas y los agricultores familiares, ni para la sociedad en general. En unas pocas décadas – sólo una pequeña fracción de tiempo se ha promovido la agricultura industrial – este acaparamiento de los bienes genéticos comunes se ha propagado con virulencia en todo el mundo. Las prácticas históricas de manejo de semillas de las que hemos dependido como especie están siendo desacreditadas y tratadas como atrasadas y obsoletas, y además de criminalizadas. Los agricultores son llevados a los tribunales y son encarcelados por el mantenimiento de la base biológica como un sistema vivo; mientras que las corporaciones de semillas y alimentos acaparan grandes ganancias.

El resultado es una alarmante erosión de la biodiversidad agrícola y de los conocimientos de nuestros pueblos, y una amenaza profunda a la reproducción sustentable de la base genética, y por consiguiente a la producción de alimentos y al equilibrio ecológico, y de la humanidad. Es una violación a la ética campesina de compartir, que constituye la columna vertebral de los sistemas agrícolas campesinos, de la soberanía alimentaria y de nuestras semillas, y de la consecución del derecho humano básico a la alimentación.

No podemos mirar pasivamente este despojo y la destrucción legalizada. Nos vemos obligados a resistir. Declaramos nuestro compromiso de trabajar en alianza con los pueblos indígenas y movimientos de campesinos y campesinas, y con otras organizaciones e individuos de la sociedad civil con ideas afines, para luchar contra la propagación de este sistema agresivo de dominación sobre la base de la autonomía, la auto-organización colectiva, la cooperación, la solidaridad y el respeto mutuo.

Declaramos nuestra oposición frontal a cualquier forma de propiedad intelectual sobre formas de vida, las semillas y la información relacionada o los derechos exclusivos para su uso. Rechazamos las semillas transgénicas y otras tecnologías presentes y futuras en la agricultura porque se trata de tecnologías basadas en la desintegración de los sistemas agrícolas holísticos, la exclusión de los agricultores de los procesos de mejoramiento de las plantas, el manejo de los bienes naturales; y el control de las semillas y materiales reproductivos por las élites empresariales y políticas.

Nos oponemos a la desmaterialización de la información genética a través de procesos como DivSeek (SIG – Sistema mundial de información sobre las secuencias genéticas y los conocimientos relacionados para todas las semillas, propuesto por el Banco Mundial), ya que existe la posibilidad de que esta información sea privatizada para uso exclusivo a través de los sistemas jurídicos internacionales.

Rechazamos las imposiciones del acuerdo sobre propiedad intelectual de la Organización Mundial del Comercio (ADPIC) para que los países miembros adopten normas que permiten la privatización de las semillas y el conocimiento relacionado. Rechazamos las leyes tipo UPOV y cualquier otra regulación sobre propiedad intelectual en semillas y variedades vegetales. Es inaceptable además que a través de los tratados bilaterales de libre comercio, en los países del Sur se están imponiendo medidas de propiedad intelectual que van más allá de lo dispuesto en la OMC.

Nos oponemos a las leyes que se ocupan de la comercialización y certificación de semillas. Estas nuevas leyes socavan los sistemas de semillas campesinas que han sido desarrolladas localmente a través de generaciones de agricultores. Las nuevas normativas están orientadas a la participación del sector privado en el comercio de semillas, y promueven pocas variedades y cultivos. La leyes están orientadas a favorecer la producción de semillas genéticamente uniformes, “mejoradas” comercialmente, donde el énfasis está en el control de calidad de las semillas y el registro de variedades. Lo que está muy claro es que estas leyes tipifican como delito la comercialización de las semillas campesinas. El objetivo final de estas leyes es facilitar nuevos mercados para las empresas de semillas comerciales y la ocupación de las multinacionales del sector de las semillas en el sur global, desplazando y criminalizando a los sistemas de semillas campesinas.

Vamos luchar porque se desarrollen leyes, políticas y programas públicos que apoyen y fortalezcan a las familias campesinas, pueblos indígenas y comunidades para que podamos continuar con nuestras prácticas diversas y contextualizadas de mejoramiento, selección, producción y distribución de nuestras semillas. Vamos a luchar para que se amplíen las actividades públicas sobre la base de los procesos democráticos, participativos y transparentes y constantes de compromiso con los ciudadanos y los habitantes de nuestros países y regiones. Vamos a continuar defendiendo nuestros derechos a producir, utilizar, intercambiar y vender nuestras semillas y materiales reproductivos.

Vamos a trabajar para recuperar, mantener y ampliar el uso de semillas nativas y locales, y el resurgimiento de las culturas alimentarias diversas como las vías más eficaces para la protección de la biodiversidad. Reconocemos la diversidad irreductible que sólo puede ser gestionada a través de sistemas de producción de semillas campesinas y mantenidos por los campesinos como criadores y usuarios de las semillas. Creemos que las semillas son colectivas y democráticamente conservadas. Reafirmamos el papel central de los productores agrícolas como guardianes principales de nuestros recursos genéticos colectivos, especialmente las mujeres campesinos que siguen desempeñando un papel directo en el mantenimiento y mejora de estos bienes. Nos comprometemos a apoyar a las familias y las comunidades campesinas en su gestión, y para la creación de vínculos con aliados, allí donde podamos encontrarlos, para avanzar en la causa de la Soberanía Alimentaria y sobre nuestras semillas.

Organizaciones:

Acción Ecológica – Ecuador
Acción por la Biodiversidad – Argentina
African Centre for Biodiversity – South Africa
Articulación Nacional de Agroecología/Grupo de Trabajo en Biodiversidad
Asociación Nacional para el Fomento de la Agricultura Ecológica – ANAFAE- Honduras
Commons for EcoJustice – Malawi
Earthlife Africa Durban
Fahamu Africa
Farmers’ Seed Network – China
GRAIN
Growth Partners Africa
Grupo Semillas – Colombia
JINUKUN – COPAGEN, Cotonou, Benin
Kenya Food Rights Alliance
Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA) – Brasil
Peasant Farmers Association of Ghana
PELUM Association Zimbabwe
Red de Agrobiodiversidad en la Zona Semiárida de Minas Gerais – Brasil
Red de Coordinación en Biodiversidad – Costa Rica
Red Nacional para la defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala, REDSAG – Guatemala
Red por una América Latina Libre de Transgénicos
Swissaid Guinea-Bissau
Zimbabwe Smallholder Organic Farmers Forum (ZIMSOFF)